Sin conexión

Entré en la sala con la esperanza de encontrar un equipo disponible. Los que conozcan las salas de cómputo del Edificio de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional sabrán lo difícil que es en ciertas horas (casi todas, a decir verdad) acomodarse al frente de un computador funcional. Sin embargo esa mañana yo tenía suerte y encontré uno al final de una fila. Dos, de hecho. Abrí el explorador (Firefox); sin Internet. Abrí el otro explorador (Explorer); tampoco. Entonces noté una pequeña imagen de dos pantallas con una equis en el medio, en la esquina inferior derecha del monitor. Al lado de mi computador había un equipo funcional el cual utilicé.

A partir de ese momento un rosario de estudiantes pasaron por el computador desconectado, verificaban que no tenía acceso a Internet y se iban. Me dio especial gracia uno que intentó con los dos exploradores, sacó una memoria USB de su bolsillo e intentó con una versión portable de Firefox, se metió a cuanta configuración encontraba… pero no parecía darse cuenta de que el cable de red estaba desconectado. Otro intentó con Explorer (el de la e azul, para los perdidos) y al ver que no entraba a la página de inicio, simplemente se fue en busca de otro. Extrañamente me quedé pensando en las diferencias de esfuerzos que hacen los individuos para resolver un problema del cual, aparentemente, desconocen las causas, mientras esperaba con paciencia de dios a que cargara la página que estaba intentando ver. A propósito, deberían prohibir cosas como Youtube y otras páginas de video online en los computadores de uso público, el desagradable sujeto con pelo negro alisado y ojo izquierdo tapado de mi lado tenía por lo menos cinco pestañas de Youtube abiertas viendo sabrá el diablo qué serie de anime.

Finalmente uno de esos estudiantes se dio cuenta (sorprendentemente rápido) del símbolo de desconexión e infiero que decidió que no valía la pena molestarse. Este pequeño post no tiene moraleja, no tiene fondo ético ni contexto político o medioambiental. Simplemente debía escribir algo y nada más se me ocurrió. Además estoy corto de tiempo.

La imagen que acompaña este post pertenece a nige_mar y esta compartida bajo una licencia Creative Commons.

Qué bonito

 Llegó la hora de la venta. Mi consciencia está en remate al mejor postor, empezando en $0. Ya he recibido algunas interesantes ofertas: tamales, lechona y whisky entran en la lista. Licuadoras, batidoras, hornos. Algunos son un poco más sensatos: mercados, dinero en efectivo. Pero todos, absolutamente todos, tratan de comprar mi voto. ¿Por qué? Pues, porque como he dicho antes, está en venta.

Eso no está mal;  igual el país no va a mejorar con que suba uno u otro, y si puedo sacar provecho de la situación con una que otra comida gratis, camisetas para mi familia y electrodomésticos, mejor. Cómo soy de vivo. Es que Colombia está mal es por el conflicto armado, porque inteligencia y malicia indígena es lo que nos sobra.

imageSi hay una cosa que me gusta de Antanas Mockus, es que va un poco más allá de la facilidad de nombrar un culpable para todos los problemas del país (caso del actual gobierno: FARC) y convencer a la población de que la solución a los mismos está en acabar ese culpable. No, Mockus la tiene un poco más clara. Sabe que la mayor parte de los problemas del país son causa directa de la cultura del colombiano, empezando por la viveza de la que tristemente tanto nos sentimos orgullosos. Sabe que tenemos que dejar de idolatrar esa irrespeto por las leyes, lo que él llama acertadamente la cultura del atajo. Aunque dudo que gane, le daré mi voto.

Estoy cada día más convencido de que buena parte de la juventud de hoy, parte en la que me incluyo, va por buen camino. Y entre más me convenzo de eso, más me doy cuenta de que buena parte se antoja muy pequeña proporción. Esto lo digo a raíz de la cantidad de amigos, conocidos y familiares que le darán su voto al pedagógico candidato, y a que la edad promedio de estas personas no supera los 30 años. La juventud de la que hablo es la culta, la pensadora, la inteligente y respetuosa. La juventud que se sació de teatro las semanas pasadas en la capital. La juventud que tan buena cara le está dando a Medellín. Esa juventud es la que me gusta. Esa es la juventud que está harta ya de la polarizada política en el país y quiere y puede hacer algo al respecto. Pero esa juventud, aunque sorprendentemente numerosa, es poca en comparación con la otra juventud. La otra juventud que se mata idiotamente por un equipo de fútbol, que pinta graffitis obscenos en las paredes de los barrios, que rompe vidrios y se cuela en el TransMilenio sólo por hacerlo. Necesitamos ser más.

Los que no votan nunca tienen ahora una opción: el centro. Estoy cansado de discurso bélico de Santos y compañía, casi tanto como lo estoy de la cada vez más ridícula y triste decadencia del Polo. Se les dio su oportunidad y hoy por hoy, el Polo es Gaviria y Moreno, aunque me parece que éste último como que se quiere bajar de ese bus. Y a Noemí no la veo en otra cosa que no sea feminismo. Sin embargo no votaré por Mockus por descarte, aunque de esa impresión. Votaré por Mockus porque sinceramente creo que es la solución. Votaré por Mockus porque entiendo lo que dice en sus charlas (por muy rebuscado que pareza su léxico) y me suena, me suena mucho. Me gusta eso de la cultura ciudadana, de la legalidad como bandera, de la extirpación total y definitiva de la cultura traqueta de la sociedad colombiana y estoy firmemente convencido de que por ahí es la cosa.

imageDos ex alcaldes de las dos ciudades más importantes del país, reconocidos por la calidad de su gestión, apreciados por sus ciudadanos. Ambos provenientes de la academia, ambos con trayectoria docente. Con una propuesta radical basada en la educación y el respeto por las leyes. Yo no soy blando, son un duro limpio, dice Mockus. Estos dos alcaldes son los que han capturado la atención de millones de jóvenes votantes que creemos en otra forma de hacer política. La noticia de la adherencia de Sergio Fajardo a la campaña de Antanas Mockus a la presidencia me causó una gran emoción. Qué bonito sería que llegaran Palacio. Pero aún más bello sería que sus políticas lograran vencer como lo hicieron en sus respectivas ciudades. Aún estamos a tiempo, como dirían en el sector educativo hace algunos años, Colombia está al filo de la oportunidad. No la desperdiciemos.