Anoche tenía clase en la Universidad. No recuerdo qué clase, pero sí que era por la mañana, temprano, muy temprano: a las cuatro de la madrugada. Recuerdo salir de la clase a las 6 de la mañana y encontrarme con alguna persona apenas entrando a la Universidad. Entonces yo pensaba «yo ya tuve dos horas de clase mientras él apenas se acaba de levantar».
Luego estaba en una cafetería. En realidad era más como un restaurante, de esos que tienen barra y uno va pasando con la bandeja para escoger qué es lo que quiere comer. El restaurante estaba ubicado donde se encuentra el edificio de química. Estaba con dos personas: un amigo o amiga mía, no recuerdo bien quién era, y mi traga del colegio. Esa que todos tenemos escondida en algún lugar de nuestra memoria y que luego nos da algo de nostalgia. Estábamos hablando de nuestros horarios. Mi amigo o amiga acababa de llegar a la Universidad (no estoy seguro de si era la misma persona que me había encontrado momentos antes, puede ser perfectamente posible ahora que lo pienso) y me estaba diciendo que tenía clase a las once. Yo también tenía clase a las once así que le preguntaba de qué era la clase que él o ella tenía. Era de Agrícola, al igual que la mía.
En ese momento llegaba el novio de ella. También era alguien del colegio. Cuando estaba en el colegio recuerdo que alguna vez hubo un rumor de que ellos dos estuvieron andando juntos, supongo que eso ayudó para yo ponerlo en esa posición en mi sueño. Yo le decía a mi amigo/a (ahora recuerdo que era hombre) que iba a ver la clase con él, pero ella saltaba diciendo algo como «¡pero si apenas se conocen!», cosa que, nada sorprendente, no me chocaba en el sueño pero en la realidad suena bastante raro.
Luego salíamos de la cafetería (en realidad no nos recuerdo saliendo, sólo asumo que lo hicimos porque lo siguiente que recuerdo es fuera de ese lugar). Yo me encontraba con otro amigo e íbamos hasta un lugar lleno de niños pequeños, unos juegos de un colegio o de un parque. Subíamos en ellos y luego recuerdo que él tenía seis dados azules. Yo tenía una especie de barro o estuco, que le untaba a uno de los huecos de la cara número seis de uno de los dados. Le decía a él que tan pronto secara el material, iba a ponerse azul como el resto del dado y que nadie lo notaría. Luego él tiraba todos los dados y el que tenía la operación quedaba en seis, aunque sólo cinco de sus huecos eran visibles, con una mancha blanca en donde debería estar el sexto.
Ahora estaba con otro amigo, del colegio. Parecía querer mostrarme algo, así que lo seguí detrás de unos salones, aunque eran más como bodegas. Era un cultivo de café, sembrado por él mismo. Me decía algo sobre su rehabilitación y que quería ser algo más en su vida, y luego me llevaba a una cancha de deportes donde se celebraba una competencia. Consistía en una carrera, al ritmo de un solo de piano. Cada participante tenía lo que se veía como un caballete pequeño con un tablero verde en él, pintado con una serie de círculos y líneas que tenían que tocar en cierto orden y en ciertos momentos, coincidentes con los sonidos de las teclas de piano, para poder avanzar. A la cabeza de la carrera iba un amigo, pianista, por cierto.
Hacia de la mitad de la cancha estaba clavado un palo de voleibol, y allí era a donde me llevaba el tipo del asunto de café. Una vez nos acercamos, pude notar que el palo estaba repleto de granos de café. Mi amigo me decía que era con en objetivo de que el sol los secara, y yo le veía toda la lógica del mundo. Él me decía que no le dijera a nadie, como si lo que estuviera haciendo allí fuese algo ilegal. Una vez más, yo le veía toda la lógica del mundo.
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